jueves, 20 de agosto de 2009

París

Siempre nos quedará París... porque no veas lo que cunde. Creo que esta es la mejor manera de empezar esta entrada porque tras pasar tres días intensos pateando esta ciudad sin descanso, tengo la sensación de que nos queda París para rato.
La decisión: Pues ir a París siempre, bueno, no siempre, pero sí desde hace ocho añitos había sido mi espinita clavada. Y es que no se puede hacer escala en París, no es una ciudad para estar un rato, y sobretodo, cuando ese rato te llueve y no te deja hacer dos de las tres actividades programadas. Y por eso, pues qué mejor forma de luchar contra las inclemencias del tiempo que ir en agosto. Vacaciones expres pero no por ello menos intensas.
El viaje: Para que no me tacharan de poco classy y sufrir las cuatro horas del bus a Madrid decidimos ir y volver de la capi en AVE. Tengo que decir que todo lo que tuvo la ida de tranquila, lo fue la vuelta de frenética.
Si a la ida nos dio para comprar ropa y patearnos todas las tiendas de colonias del aeropuerto, además de comer y heladear y todo lo bueno; a la vuelta, no sé si fruto de nuestro despiste, del cansancio que llevábamos encima o de que no se nos ocurrió mirar los billetes hasta estar montados en el tren hacia ORLY, pero oye, que casi nos plantamos ahí, saliendo de Saint Charles y con escasamente una hora y media de tiempo. En fin, al final salimos del tren a punto de salir, nos colamos en Charles de Gaulle gracias a un maletón de un hombrecillo y llegamos de sobras para comer un sandwich de habas. Y es que a veces exiten ventajas derivadas de llegar tarde. Acabar sentados en Business sin chancleteros, ni viejas quejicas, ni nada de nada. Y vuelta en Club, con sala Vip, meriendita con Rivera del Duero, y eso...
La estancia: No tengo ganas de que esta entrada ocupe n páginas y nadie me lea tras ponerme después de un mes, pero bueno, trataré de resumir con un top y bottom de cosas.

Tops:
  • Notre Dame: desde las alturas a pesar de sufrir todo el solazo de las 3 de la tarde y casi morir deshidratados, tenía la mejor vista de la cuidad, con gargolitas pensativas de primer plano.
  • Versalles: Deja a la altura del betún a la mayoría de los palacios que recuerde haber visitado, y seguramente, a muchos de los que todavía me quedan por ver. Tanto los interiores como los pedazo de jardines son espectaculares.
  • La Torre Eiffel por la noche: No subimos, pero verla desde el mirador de enfrente iluminada merece mucho la pena.
  • El Bateu Mouche: Recomiendo encarecidamente una visita nocturna por el centro de la ciudad, divisando desde la cubierta del barco todos los edificios que rodean al Sena, rodear Notre Dame, pasar por debajo de los puentes... Y sobre todo, hay menos gente, menos sol, y el ambiente impregnado de romanticismo. Supongo que el día que pueda permitirme tener un barquito y poder brindar con Möet Chandon en copas de cristal de Bohemia lo recordaré como algo más sin más. De momento, era una de las cosas que más ilusión me hacía y no me decepcionó en absoluto.
  • La última cena: El último día teníamos la intención de cenar en el Hard Rock, pero cómo no, estaba petadísimo, y trisssssstes decidimos buscar algo por ahí. Nos fijamos en la carta de un sitio y casi pasamos de largo. Menos mal que vimos aparecer una hamburguesaca tamaño Hard Rock o más, y la parada fue unánime. Así que nos sentamos en el último sitio de la terraza, como siempre huyendo de la gente, y nos comimos una pedazo de Indian Burguer y una ensalada de espinacas con mango, bacon y mil y una cosas que estaban de lujo. Espectacular. Y todo acompañado con un vinazo francés.

Y las cosas más sin más:
  • Le Sacré Coeur: Pues sí, es bonito, pero de noche... Por la tarde, petado de gente, y a pesar de encontrarse en lo alto, las vistas son pésimas. Todo arbolitos que rodean la edificación que nos impidieron tomar fotos de una torre Eiffel al atardecer.
  • Pompidou: No está mal, pero no está al nivel ni por mucho del Guggenheim. Había partes que estaban bien, pero otras puestas muy al bulto; por no hablar de alguna imagen más que desagradable que intentaba elogiar el arte femenino. Por Dios, qué poca vista tiene la gente.
  • Conciergerie: Lo más timo, sin duda. Una sala con cuatro figuras sin más, unos papeles expuestos como si fueran a saber qué, y unos libros de visita en los que la gente, con tal de quedar bien, se sabía dedicado a escribir lo mucho que les había gustado. Pues muy bien, menos mal que entramos con el pase de museos, porque haber pagado por ver eso en concreto hubiera sido la mayor estafa de todos los tiempos.