martes, 24 de marzo de 2009

El comienzo

Hoy ha sido el día elegido. He decidido que me apetecía sin razón, motivación u obligación alguna, comenzar a escribir...

Tal vez se trate de una vuelta a una afición adolescente, tal vez un capricho pasajero, tal vez un rato sin tener mucho que hacer.... Pero en estos momentos lo único que me apetecía era escribir algo y dejar constancia de ello.

Me gustaría comenzar hablando de algo un poco más concreto, pero siempre nos quedará el tiempo... Y no estoy hablando de empezar a divagar sobre la meteorología, sino del paso del tiempo sin más, y de que cómo nos afecta. De lo que podemos y no podemos controlar, de aquellas cosas que influyen directamente en la persona: en el físico, en la mentalidad, y de aquellas otras que cambian nuestro entorno, nuestros círculos de amistades, y nuestras perspectivas de futuro.

Supongo que el hecho de tener el 24 cumpleaños tan reciente induce en mi subconsciente un torrente de ideas relacionadas con toda esta sarta de divagaciones que acabo de introducir. Pero ciertamente creo que es el primer año en muchos que he dicho que no quería cumplir años casi casi por inercia. En realidad, este ha diferido mucho de los últimos aniversarios, en los que he pasado a la década del 20 entre copas del día de San Pepe, celebraciones de fin de exámenes, y viajes de visita a amigos Erasmus.
Sinceramente creo que una vez empezada la vida universitaria, da pena ver como se va acercando el final. Y es que es un final muy cercano, y cuando dicen que el tiempo se pasa volando, es que corre a la velocidad de la luz... Y una vez sales de eso ves que te queda toda una vida por delante, y que el paso del tiempo durante ese periodo te ha deparado bien pocas cosas aparte de de estudiar, aprobar, salir, y disfrutar de las vacaciones.
Tras esto, la inminente ansiedad no viene provocada por el paso del tiempo, si no por invertirlo en tomar las deciones correctas, y de ahí que el cumplir años pase a ocupar una posición secundaria.

En realidad, tal vez todo esto sea una especie de monólogo de autoconvencimiento, pero realmente creo que volverse una persona adulta, aunque puedar resultar complicado, frustrante a veces, no tiene por qué implicar un cambio tan radical. En ocasiones, y mucho más que otras veces, te da por evocar épocas pasadas, y la nostalgia puede superar el límite y sumirte es una inexplicable tristeza. Pero tener un niño dentro supongo que no es tan malo. Tener un niño dentro significa no perder la ilusión y curiosidad por las cosas, significa no conformarse, significa vivir, avanzar, crecer y no estancarse.

Por eso creo que no debemos conformarnos con ver pasar el tiempo, sino con aprovecharlo.

Y hala, ahí está mi primera rayada.

Lau.

P.D. El resto de veces intentaré hablar de temas algo más livianos... esto era sólo para asustar.